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Lo que está en juego es más que el poder

Podemos seguir por el camino adultocéntrico en el que estamos caminando, ciegos y sordos a las necesidades de la niñez, o ajustar nuestro camino desde la mirada de la infancia, poniéndolos a ellos primero.
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Estamos viviendo las elecciones más grandes de la historia del país. Se elegirán 21,368 cargos de elección popular: 500 diputados federales, 15 gobernadores, 30 congresos locales, 1,926 municipios y alcaldías.1 Lo que está en juego es mucho. Pero no me refiero al control de la cámara baja, o a la geopolítica del poder. Me refiero al destino de una generación.

Hemos alertado varias veces que la pandemia por COVID 19 ha tomado entre sus víctimas más vulnerables, invisibles y silenciosas a la primera infancia. Y no por su susceptibilidad frente a la enfermedad, sino a los efectos indirectos de la pandemia sobre sus cuerpos, mentes y emociones en formación. Niñas y niños en primera infancia enfrentan más hambre (14.2% en desnutrición crónica), más violencia (casi el 60% son sometidos a por lo menos una forma de castigo psicológico o físico por miembros del hogar) y no están yendo a la escuela (40% de niños de 6 a 23 meses no están inscritos en algún centro de cuidado infantil o guardería) a causa de la pandemia, entre otras problemáticas. Las consecuencias son inestimables.2

Los primeros años son los cimientos de nuestra vida. Es el momento donde se escriben las líneas de código que determinarán nuestros procesos metabólicos, nuestras reacciones frente al estrés, nuestra capacidad de recuperarnos de la adversidad, nuestra capacidad de establecer relaciones sanas y respetuosas, nuestra posibilidad de aprender, planear y resolver problemas; nuestra capacidad de amar, de cuidar a otros y de cuidarnos a nosotros mismos.

En muchos sentidos, el mundo adulto en el que vivimos es un reflejo de las carencias que tú y que yo, y otros 100 millones de personas adultos en este país hemos vivido.

Si padecimos hambre en los primeros años, o por el contrario, nos dieron fórmula y alimentos procesados, es probable que suframos obesidad, diabetes o hipertensión, como 7 de cada 10 adultos en este país.

Si nos educaron con violencia verbal, física o sexual, es probable que tengamos problemas de autoestima, que nos encontremos en una relación abusiva, que seamos personas irascibles y violentas en nuestras relaciones con nuestra familia y nuestros propios hijos; o que busquemos escapes en el alcohol u otras sustancias. Para muestra, ahí tenemos las 10 mujeres asesinadas al día.

Si sufrimos negligencia y no nos dieron el cuidado que necesitábamos, o vivimos en condiciones de pobreza que nos sacaron de la escuela porque comer es primero, lo más probable es que nuestra baja escolaridad nos condene a un trabajo precario y mal pagado, como el 80% de la PEA en México, que recibe un ingreso de hasta 3 salarios mínimos o menos.3

Si en nuestra casa no nos escuchaban, y se imponían siempre las decisiones de los mayores, seguramente nos convertimos en adultos con poco interés en participar en la resolución de los problemas de nuestra comunidad, municipio y país. Para qué intentarlo si nuestra voz no cuenta.

Grita este antecedente un país con un abstencionismo cercano al 70%.4

Es esto lo que está en juego. La decisión de seguir por el camino adultocéntrico en el que estamos caminando, ciegos y sordos a las necesidades de la niñez, o ajustar nuestro camino desde la mirada de la infancia, poniéndolos a ellos primero. Lo demás se dará por añadidura.

Hace apenas un par de semanas pedimos a una prestigiosa casa encuestadora el levantamiento de un cuestionario nacional para entender mejor a las madres, padres y cuidadores de niñas y niños menores de 6 años, ya que queremos visibilizarles como actores con la capacidad de transformar al país desde la crianza, pero también desde la exigencia. Es una encuesta con representatividad nacional, y solo se entrevistó a cuidadores en aquellos hogares donde reside al menos un menor de 6 años.

Los resultados nos sorprendieron, pero también confirmaron el estado de abandono en el que históricamente hemos dejado a las familias que crían a las niñas y niños más pequeños del país.
Entre el 53 y el 64 % de los encuestados consideró que el desempeño de los gobiernos de los tres niveles ha sido insuficiente para atender las necesidades de sus hijxs menores de 6 años. Solo 7 % declaró recibir algún apoyo del gobierno para favorecer la salud, aprendizaje, cuidado y desarrollo de niñas y niños menores en ese rango de edad. De ese magro 7% que reciben apoyo, 42 % indicó que es de transferencias económicas, 23% para despensas o apoyo alimentario, 21% para atención médica y medicamentos y 16 % para educación preescolar, kínder o jardín de niños discapacidad más común es la física.

Sin embargo, también es cierto que en este grupo reside un potencial enorme en términos de exigencia ciudadana. El 99 % consideran muy importante que el gobierno asegure que las niñas y niños menores de seis años estén sanos, bien cuidados y alimentados, aprendan y desarrollen su potencial. El 86 % indicó que votaría por algún candidato o candidata que se comprometa públicamente con apoyar programas para el desarrollo integral de las niñas y niños menores de seis años.

Así pues, hoy desde el Pacto por la Primera Infancia hacemos hoy un doble llamado. Por un lado, a todos aquellos que tienen bajo su responsabilidad el cuidado de un niño pequeño: sabemos que haces lo mejor que puedes con lo que tienes, ¡pero puedes tener más! El bienestar de nuestros hijos, la garantía de sus derechos es una responsabilidad compartida, y al Gobierno le toca asegurarnos bienes y servicios de calidad. Así que invita a tus candidatos a firmar. Cuando vayan a tocar a tu puerta, diles que firmen el pacto por la primera infancia. Cuando te hablen por teléfono, diles que firmen el Pacto por la Primera Infancia. Si los sigues en redes, ¡pídeles que firmen el Pacto por la Primera Infancia! La forma es muy fácil, aquí está toda la información para que firmen.

Por otro lado, a todos aquellos que nos quieren gobernar: es momento de hacer un compromiso público en favor de los 13 millones de niñas y niños menores de 6 años que viven en este país, nada más y nada menos que el 10% del país. Es urgente, es lo moral y éticamente correcto, es su obligación, pero también es buena política. Esas niñas y niños tienen papás, mamás, hermanos y hermanas; adultos que los cuidamos y que necesitamos mayores apoyos para garantizar su bienestar, su felicidad y darles la oportunidad de alcanzar su potencial. Así que, en beneficio de estos niños y niñas y sus cuidadores, ¡firmen el Pacto por la primera infancia!

Para cerrar, un último dato: el 100% de los padres y madres que entrevistamos tienen credencial para votar vigente. Ustedes dirán.

P.D. A los candidatos y candidatas a la gubernatura de Sinaloa, los vemos el 7 de mayo; a los candidatos a la gubernatura de Michoacán, ahí los esperamos el 14 de mayo; a los de Sonora, los vemos el 19 de mayo; y a los Candidatos de Campeche el 26 de mayo.

1 Véase Resolución General del INE no. INE/CG187/2020. aquí .
2 Instituto Nacional de Salud Pública. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-2019 y Encuesta de Salud y Nutrición en niñas y niños menores de 12 años durante la pandemia por Covid-19.
3 INEGI. Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo 2020. Población ocupada según nivel de ingreso durante junio de 2020. aquí .
4 En 2019 en los estados con elecciones locales el abstencionismo alcanzó el 67%.

*Aranzazu Alonso es Coordinadora General del Pacto por la Primera Infancia.

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