Escribo este texto como mamá (de un niño) y futura mamá de una segunda personita (sexo desconocido), como feminista y como defensora de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Y empiezo compartiendo que, en mi primer embarazo, cuando pensaba en la posibilidad de tener una niña, me albergaba un miedo terrible de pensar todos los riesgos que corría por el simple hecho de tener los genitales femeninos. Tener niño también produce miedos (y más en este país), pero más bien siento una tremenda responsabilidad de educarlo y formarlo desde una perspectiva de igualdad.
Las investigaciones que se han hecho en psicología, desarrollo humano y crianza nos han mostrado que los primeros años de vida son esenciales para cualquier ser humano. Cubrir efectivamente necesidades básicas como alimentación, vivienda, abrigo, afectos, cuidados, etc., tiene un impacto directo en la forma en la que se desarrolla el niño o niña y también, en gran parte, de las oportunidades que tienen hacia adelante. Es decir, existe un impacto a nivel biológico, psico-emocional y social.
A ello hay que añadirle las condiciones desiguales que persisten actualmente en materia de género. Éstas atraviesan a las niñeces desde su más temprana edad y se va acentuando con el paso del tiempo. Las niñas, en contraste con los niños, siguen teniendo menores oportunidades y mayores obstáculos para el ejercicio de sus derechos humanos1. Desde el acceso a servicios como salud o educación, hasta el tipo de afectaciones que sufren, como la discriminación o la violencia.
Para muestra, un botón: de enero a noviembre de 2024 se registraron 73 feminicidios de niñas y adolescentes en este país, además de las 456 muertes clasificadas como homicidio2. En materia de violencia sexual, el 92.3% de los casos de violencia sexual reportados por hospitales corresponden a niñas y adolescentes de entre 1 y 17 años3. En materia de educación, el 63% de niñas frente al 67% de niños ingresan a primaria, y el 36% de niñas frente al 44% de niños a secundaria4.
Además del género existen otras condiciones que colocan a niñas en una situación más grave de exclusión como la discapacidad, el origen étnico, pertenecer a la diversidad sexual, la pobreza, etc. Por ejemplo, se ha documentado un mayor nivel de carencia por acceso a una alimentación variada y nutritiva en niñas y adolescentes indígenas5.
Es importante tomar en cuenta que no solo se trata de las diferencias que se muestran al momento de la primera infancia entre niños y niñas, sino las consecuencias que tienen hacia adelante. Los estereotipos de género que persisten sobre las niñas como las encargadas de trabajos domésticos y cuidados, los matrimonios forzados, los embarazos derivados de violencia sexual o falta de acceso a servicios de salud y educación sexual, tienen como resultado mayores niveles de deserción escolar en su adolescencia6.
Todo esto no es fortuito, existe un sistema que sigue estando diseñado para dividir por géneros, incluso antes de nuestro nacimiento. Basta con ver las modernas fiestas de revelaciones de género que empiezan con un humo rosa o azul según el sexo del bebé, pero continúan con ropa dividida por género: pantalones para niños, vestidos para niñas; juguetes diferenciados: carros para niños, muñecas y cocinas para niñas. Y esto se perpetúa en los primeros años de vida, sentando las bases de la desigualdad.
Y no, la causa no son las revelaciones de género o el trato diferenciado que las familias damos a niñas y a niños. Esto solo es un síntoma de toda una estructura que al ser patriarcal y adultocéntrica, coloca a las niñas en una situación de desventaja, generando las condiciones para que, en la medida de lo posible, lo privado siga siendo su espacio principal dejando lo público para los hombres.
Al mismo tiempo, hoy tenemos en el mundo occidental y, particularmente en México, leyes e instituciones que buscan garantizar la protección de niñas, niños y adolescentes y de mujeres. Los discursos políticos están alineados con la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres. Es decir, pareciera que existe la intención de cerrar esas brechas de género. Entonces ¿qué más se necesita?
Lo cierto es que no es suficiente. La primera infancia, especialmente las niñas, son de los grupos más descuidados por la administración pública. En los últimos años se han tomado decisiones de política pública que lejos de beneficiar, han afectado el desarrollo y bienestar de niñas y niños; por ejemplo, la eliminación del programa de estancias infantiles que no solo afectó la dinámica de muchas mujeres jóvenes trabajadoras, sino los espacios de desarrollo, estimulación y cuidados de personas en la primera infancia.
Urge que para el Estado sean una prioridad las niñas en la primera infancia buscando, entre otras cosas, reducir la brecha de género entre hombres y mujeres. Eso se va a evidenciar en el diseño de políticas públicas dirigidas a servicios públicos efectivos para la atención a esta población (educación inicial, salud), programas de prevención de discriminación y violencia, mecanismos efectivos de atención a la violación a sus derechos, políticas para impulsar su educación inicial, entre otras.
Al mismo tiempo, debe apostar por programas dirigidos a modificar la cultura patriarcal y adultocéntrica, brindar herramientas a las familias para formar y criar con base en el amor y el respeto. La igualdad de género entre hombres y mujeres solo será posible si existen más niñas amadas, respetadas que confíen en ellas y en un entorno que las mira, las impulsa, las protege.
Finalmente, esto no es una carta de buenos deseos. Son obligaciones estatales y son metas mundiales que la sociedad moderna nos hemos puesto para poder vivir en un mundo más habitable y pacífico.
Que nunca más tengamos miedo de traer a más niñas a este mundo.
- REDIM. Balance anual 2025. Disponible en https://issuu.com/infanciacuenta/docs/balance_anual_redim_2024
↩︎ - REDIM. Balance anual 2025. P. 13. ↩︎
- REDIM. Balance anual 2025. P. 16. ↩︎
- https://ibero.mx/prensa/8m-genero-y-educacion-en-mexico-las-barreras-que-siempre-han-estado
↩︎ - https://blog.derechosinfancia.org.mx/2023/06/26/desnutricion-infantil-en-mexico-2022/ ↩︎
- De acuerdo con el INE, en su Consulta infantil y juvenil 2018 las NNA señalan que el 49.2% de sus compañeras adolescentes abandonan la escuela por embarazo, el 25.3% por matrimonio y el 9.3% por cuidado de hijos e hijas; mientras que el 39.8% de los hombres adolescentes abandonan por necesidad de trabajar, y solo un 3.5% por embarazo y 6.4.% por matrimonio. Véase páginas 71 y 72. Puede consultarse en https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2019/04/Resultados_Consulta_Infantil_y_Juvenil-2018.pdf
↩︎