Alimentar bien a la primera infancia: un paso poderoso hacia un México más justo y sano

Un plato lleno no es solo alimento: es energía para aprender, jugar y soñar. Invertir en nutrición temprana es una de las acciones más efectivas y rentables que puede emprender un país.

En cada plato vacío hay una historia que no debería existir: la de un bebé que no recibe los nutrientes que necesita para crecer adecuadamente. La de una niña o un niño que llega a la escuela sin desayunar y no logra concentrarse, lo que afecta su capacidad para aprender y jugar. La de una familia que cada día tiene que decidir entre lo que puede pagar y lo que su hija o hijo necesitan para alimentarse sanamente.

Desde 1981, cada 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, recordando que el acceso a una nutrición adecuada no es un privilegio, sino un derecho humano esencial. En México, este llamado cobra especial relevancia: aún hoy, millones de niñas y niños enfrentan los efectos de la desnutrición, la anemia y el sobrepeso desde sus primeros años, con consecuencias que pueden acompañarles toda la vida.

De acuerdo con la edición 2024 del Panorama regional de la seguridad alimentaria y la nutrición para América Latina y el Caribe, la región muestra señales de mejora en las políticas de protección social, junto con una recuperación económica y reducción de la pobreza, avances que han contribuido, en varios países de la región, a disminuir la prevalencia del hambre y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, el hambre sigue siendo un reto importante, con cifras superiores a las observadas antes de la pandemia de COVID-19, lo que evidencia el largo camino que queda por recorrer.

El escenario actual es complejo. Los países enfrentan conflictos, crisis económicas, desigualdades sociales y dificultades para el acceso a dietas saludables, lo que agrava el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Además, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos impactan con mayor fuerza a los grupos más vulnerables, entre ellos a las niñas y los niños más pequeños.

En el caso de México, hay 12.3 millones de niñas y niños en primera infancia, de ellos, 1.4 millones de menores de 5 años (13.9%) padecen desnutrición crónica (ENSANUT 2020-2023), lo que significa que su crecimiento físico está por debajo de lo esperado por falta de una alimentación adecuada. Esta condición afecta su desarrollo cerebral, su aprendizaje y su salud y es también un reflejo de la desigualdad y la pobreza.

Además, sólo 3 de cada 10 bebés menores de 6 meses reciben leche materna como único alimento (ENSANUT, 2021-2023), a pesar de ser una recomendación de la OMS y UNICEF. La lactancia materna exclusiva fortalece el sistema inmunológico, reduce enfermedades y favorece el desarrollo emocional y el vínculo madre-hijo. Sus bajos niveles reflejan la falta de apoyo a las madres lactantes, con licencias insuficientes, espacios inadecuados y poca orientación profesional.

Por otra parte, 9 de cada 100 menores de 5 años (9.4%) presentan anemia (ENSANUT 2022 y 2023), lo que equivale a casi un millón de niñas y niños afectados. Esta deficiencia de hierro limita la capacidad del cuerpo para transportar oxígeno, provocando cansancio, falta de concentración y bajo rendimiento.

Los datos no son solo cifras: son el reflejo de una desigualdad estructural que comienza en la cuna y limita las oportunidades de desarrollo físico, cognitivo y emocional de la niñez mexicana. Cada número es un rostro, una historia y un futuro que debe cambiar.

El Pacto por la Primera Infancia, es una iniciativa ciudadana que busca que la primera infancia sea una prioridad nacional. Este Pacto, suscrito por 16 gobiernos estatales y el federal, establece, entre sus compromisos, el de “Reducir a 8% la desnutrición crónica, y a 5% la anemia y la prevalencia de sobrepeso y obesidad en menores de 5 años”. Que los gobiernos federal y estatales cumplan con esta meta es esencial para garantizar que cada niña y cada niño inicie su vida con las mismas oportunidades de crecer, aprender y prosperar.

Para avanzar en esta meta, el Pacto por la Primera Infancia propone diversas acciones entre ellas: promover consultas de embarazo y niño sano en los primeros 1,000 días de vida; asegurar que niñas, niños y mujeres embarazadas tengan acceso y reciban los servicios de salud y nutrición prioritariamente en zonas marginadas, rurales y urbanas; ofrecer suplementos y alimentos fortificados con micronutrientes a mujeres embarazadas y menores de 2 años; monitoreo y evaluación periódica del estado de nutrición de mujeres embarazadas, niñas y niños; y protocolos de atención a casos leves, moderados y graves de desnutrición.

Un plato lleno no es solo alimento: es energía para aprender, jugar y soñar. Invertir en nutrición temprana es una de las acciones más efectivas y rentables que puede emprender un país. En el Día Mundial de la Alimentación, recordemos que la lucha contra el hambre empieza desde la cuna: porque alimentar bien a la primera infancia es el primer paso para construir un México más justo y sano.

*Norma Espinosa es Gestora de Medios y Relaciones Públicas del Pacto por la Primera Infancia | @Pacto1aInfancia

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